domingo, 23 de diciembre de 2007

Del otro lado de la cerca

Después de semanas patrullando la misma ruta, aun no deja de impresionarme el cambio DRÁSTICO que se aprecia al mirar en dirección a Israel. A unos trecientos metros de la imponente cerca que los divide, es como si existiera un límite geográfico que recalcara la división política entre ambos paises con un hermoso verdor natural. Y es que, luego de guiar horas a través del desierto del Sinai (donde es todo roca, arena y muñones de yerba aquí o allá) mirar Israel es simplemente impresionante:
¿Cómo logra esa gente hacer verdecer su tierra mientras que, del lado egipcio, el desierto sigue luciendo la misma tétrica fachada? ¿Acaso la temperatura, suelo, y humedad de un país cambian drásticamente al terminar su limite político? La respuesta es no.

Israel es un país cuyo pueblo es digno de admirar. Explotan todo el potencial de sus terrenos desérticos y (a escasez de recursos naturales) su economía se sostiene sobre un gran número de industrias tecnológicas, equipo biomédico y procesamiento de minerales. La fama de los judíos como administradores de dinero es reconocida a nivel mundial y científicos israelíes han hecho significativas contribuciones en el campo de la genética, informática, óptica e ingeniería. La pregunta es ¿Como lo hacen? ¿Como esta joven y pequeña nación despojada de su territorio en tantas ocasiones (desde la época faraónica hasta Hitler) logra una organización militar, política y económica tan efectiva?

Ya no es extraño ver soldados de la guardia egipcia patrullar la frontera en camellos mientras que, del otro lado de la cerca, jeeps israelíes (con to’ los powers) corren de un lado para el otro. Claro que con mi admiración al pueblo israelí (país q quizás nunca tenga la oportunidad de visitar) no digo que apruebo muchas de las medidas políticas a las que han recurrido. Además de ser un gran comprador de armamento del Tío Sam (y haber bombardeado brutalmente el Líbano) mantiene millones de palestinos viviendo bajo medidas discriminatorias, la expropiación de sus tierras, falta de acceso a los servicios gubernamentales y una completa y total discriminación (religiosa, racial, cultural… you name it!)

Pero también puedo entender que es un pueblo resentido; un pueblo que (según leo su historia) carga con el peso de siglos de destierro, de haber estado a punto del exterminio y que (en su dolor) no ven el daño y la injusticia que cometen con sus vecinos palestinos que (a su vez) son hoy tan victimas como lo fueron ellos en el pasado.

1 comentario:

Ramonita Casiano dijo...

EN CUANTO AL PUEBLO DE ISRAEL Jesús, al igual que su Padre celestial, quería que la gente se arrepintiera y escapara del juicio divino. Algunos oyeron sus advertencias y se salvaron del terrible castigo que le sobrevino a Jerusalén en el año 70 de nuestra era (Lucas 21:20-22) ¿Hay hallazgos arqueológicos que apoyen estas declaraciones?

Ephraim Stern, profesor de Arqueología Palestina de la Universidad Hebrea, comenta en la revista Biblical Archaeology Review: “Tanto los asirios como los babilonios saquearon grandes zonas del antiguo Israel, pero los hallazgos arqueológicos del período posterior a sus respectivas conquistas cuentan dos historias muy diferentes”. Entonces pasa a explicar: “Mientras que los asirios dejaron una huella muy clara de su presencia en Palestina, se produce una extraña laguna tras la destrucción que causaron los babilonios. [...] No hallamos pruebas de una ocupación del territorio hasta la época persa [...]; hay un absoluto vacío de pruebas que delaten una ocupación del país. En todo ese tiempo, ni una sola ciudad destruida por los babilonios fue repoblada”.

El profesor Lawrence E. Stager, de la Universidad de Harvard, es del mismo parecer. “Por toda Filistea, y más tarde por toda Judá —afirma—, la política de tierra quemada del rey de Babilonia creó un verdadero yermo al oeste del río Jordán.” Y añade: “No es hasta Ciro el Grande, el sucesor persa de los babilonios, que el registro arqueológico se reanuda [...] en Jerusalén y Judá, cuando muchos judíos exiliados regresaron a su tierra”.

En efecto, la palabra de Jehová respecto a que Judá permanecería desolada se cumplió sin falta. Lo que Jehová Dios predice siempre se hace realidad (Isaías 55:10, 11).