viernes, 15 de octubre de 2010

Identificando los límites

Si bien la sabiduría popular dice que “todo en exceso hace daño” la realidad es que los límites que establecen cuando algo deja de ser efectivo y cuando se convierte en un verdadero dolor de cabeza nunca están claramente definidos, hasta que chocamos de cabeza contra ellos…


Proteger nuestros hijos y darles todo cuanto necesiten es (por ejemplo) una conducta loable siempre y cuando no se lleve al punto de engreírlos y/o interferir con su adaptación al mundo real.

El capitalismo es sumamente efectivo hasta que lo empujamos al punto donde las corporaciones ejercen más poder que el gobierno mismo… y el lucro es más valioso que la ecología o cualquier otro valor social imaginable.

Incluso la espiritualidad, esa que supone signifique un remanso de paz interna, puede fácilmente ser empujada al punto de radical fundamentalismo religioso (personal o institucional) trastocando drásticamente su propósito incial.

Y es que sea cual sea el contexto, desconocer (y en el peor de los casos, OBVIAR) cuándo los límites de una conducta o modelo dejan de ser efectivos es un viaje directo y sin escala rumbo al fracaso… y el internet no parece ser la excepción.

Después de convertirse en la plataforma virtual donde realizamos el grueso de nuestras transacciones bancarias (restando necesidad a los cajeros) búsqueda de información (restando necesidad a la industria impresa) correo electrónico (haciendo menos necesario el correo convencional) y plataformas sociales (restando necesidad a puntos de encuentro como clubes y cafés) el internet ya ha comenzado a construír sobre el punto donde dónde algo efectivo comienza a convertirse en un dolor de cabeza.

Era… ¿Informática?

Recuerdo la primera vez que entré a una biblioteca a buscar información sobre algo que no tenía que ver con la escuela. Para entonces era yo un adolescente prendado con las maravillas de la filosofía oriental (desde Karate hasta la magnificencia del Yoga) y pregunté si tenían información sobre acupuntura. Resultó tenían la obra de un reconocido autor en acupuntura, devoré el libro en par de semanas y para cuando terminé con él sabía mucho de lo estaba buscado: Aprendí no solo sobre la filosofía espiritual que cimentaba todo aquello sino también sobre terminaciones nerviosas, meridianos, reflexología, acupresión, medicinas alternativas y demás trasfondo científico que explicaba aquel fenómeno médico.

Hoy, si bien el internet ha provisto la ‘ventaja’ de aislar exactamente lo que estamos buscando, ha creado una especie superficialidad intelectual donde poseemos océanos de información pero con apenas milímetros de profundidad. Ha propiciado una generación que sabe “de todo un poco” pero mucho sobre “absolutamente nada” donde incluso las obras literarias son buscadas “en resumen” antes aventurarse siquiera a disfrutar de la profundidad de un libro.

Ese punto donde el internet deja de ser una herramienta efectiva y su uso (más bien abuso) comienza a hacernos daño ha hecho su aparición.

Si bien estudios apuntan a que el internet "nos está haciendo más brutos”, el problema realmente no estriba en la computadora sino de la falta de educación con respecto a ella. El internet nos llegó de repente, como una maravillosa nave del futuro pero sin libro de instrucciones, clases ni valores sobre cómo realmente utilizar este producto. Aprendimos todos sus trucos, chucherías y aplicaciones completamente ajenos a las fronteras donde su uso comienza a lastimar nuestro desarrollo social e intelectual.

No necesitamos cursos que creen "usuarios" de la red sino "conocedores" la misma. Ajenos a esos límites, hay quienes prácticamente viven en sus páginas de redes sociales, no recuerdan cuando fue la última vez que fueron a un parque y el grueso de su tiempo se diluye chateando, posteando pendejadas y alimentando una imágen idealizada de sí mismos/as a través de los medios. Gente que (sin darse cuenta) hace mucho abandonó el internet como herramenta para cultivarse, encontrar y/o compartir información y empezó a usarlo como un eterno "janging spot" dando paso a la inactividad física, obesidad, apatía social, pseudo-intelectualidad y CRASA pérdida de tiempo productivo. Pero también hay buenas noticias:

No necesitamos tener un millón de “amigos” en facebook, actualizar nuestro “estatus” cada cinco minutos ni verificar nuestras “notificaciones” cada media hora: Esto solo han probado afectar severamente nuestra productividad y relaciones sociales en contexto real ^_^

No necesitamos saber el último escándalo de Ricky Martin, cuánto dinero exigió de Alomar la famosa “Maripilli” ni cuál fue la última prenda de vestir que lució Lady Gaga en un concierto de Rusia. Cultivemos eso que Tim Ferriss define como "ignorancia selectiva" ;)

No necesitamos enviar un millón de e-mails deseando rimbombantes felicitaciones cada Navidad, ‘Acción de gracias’ o ‘Año nuevo’ a nuestros amigos, título que (por cierto) ha devaluado muchísimo gracias a su abuso en los medios digitales. Créanme: dos o tres palabras (a dos o tres personas realmente significativas) tienen más impacto que un rimbombante “forward” o trillada “tarjeta virtual” a las cuales nos hemos inmunizado ya. Recuperemos el e-mail… no hay cosa mas bella que te escriban a tí específicamente, sin necesidad de encontrarse en algún foro de chat o internet.

Tampoco necesitamos abrir un JoPet, JoVille, JoFarm (ni cualquier aplicación tragatiempo que empiece con la frase “Jo”) 'pokear' a aquel, responder al mensajito o "tag" pendejo del otro ni mucho menos navegar horas muertas entre los perfiles de nuestras amistades para, al final del día, descubrir que hemos perdido gran parte del mismo.

El uso del internet, esa maravillosa herramienta social, intelectual y cultural, llevada “hasta cierto punto” (como todo en la vida) nos hace daño.


Documentemos lo aprendido.

1 comentario:

Amnistía dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.